Cristina Elena Pardo, una poeta a tener en cuenta
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Sobre "Mano que espeja" el poemario de Cristina Elena Pardo
Texto: ENRIQUE VILLAGRASA
“En cualquier parte hay un espejo” decía Manuel Machado en uno de sus poemas, y bien es verdad; pero, este poemario Mano que espeja (Balduque), este sorprendente espejo solo está en la forma y el gesto de la joven poeta Cristina Elena Pardo (Caracas, Venezuela, 1993), quien logra pergeñar versos de una madurez admirable, como estos: “un reflejo incorporándose a la pared fría la sombra/ después del día el caduco espejo// apagándose// entonces rendidas a la mirada la silueta// incorporándose todo calla caduco un espejo// también duerme// entonces”. Y es capaz de terminar este su primer poemario publicado, de poco más de un centenar de páginas, con estos otros versos proféticos: “un reino nuevo allá donde el lenguaje en/ blanco/ nos espera”.
Pardo es una brillante poeta, poeta de la imagen, de la sublime metáfora; poeta que abre camino: otra forma de entender y escribir la poesía. Este poemario se acerca a esa poesía que se busca: está en la perseguida senda; a esa poesía que han buscado siempre nuestros mayores, esos que poetas han sido. Hay que dar las gracias a la Editorial Balduque por descubrir y publicar para los lectores a esta exquisita poeta venezolana que escribe con buen juicio poesía. Me han llamado tanto la atención sus poemas como en su día lo hicieron los poemas existenciales de Juan Sánchez Peláez.
El poemario está dividido en dos partes, con 30 poemas cada una: durante un segundo el espejo se abre y durante un segundo el espejo se apaga y su bisagra: la mano, con un solo poema, que hace de gozne entre las dos partes; texto donde figuran citas de Olga Orozco, Walter Benjamín, María Antonia Flores y Blanca Varela, que nos dan cuenta de sus lecturas y nos jalonan el poemario, al igual que las dedicatorias y los lugares, ciudades, donde fue escrito: del todo significativo, como los poemas abiertos sin apenas signos ortográficos, como esos espacios en blanco y los quiebros del verso en los poemas; los silencios, las forzadas rupturas, el ritmo y la sombra que proyectan sus palabras: verbo del mismo lenguaje con el que están tejidos los sueños.
"Algo era un
paisaje o la grieta invisible de la superficie el
atajo
hilando algo que era
el nudo afuera del espejo un
paisaje la grieta cada vez más
lenta en lo dicho ¿el
atajo
acaso algo de qué lado el paisaje que
conocemos la red que sostiene tantos signos
atajo
?"
Es un poemario en el que todo está hilado de forma impecable. Ha nacido una nueva estrella en la poesía de este joven siglo, que ya tiene mayoría de edad. El prólogo de Ana Gorría lo dice todo: “Mano que espeja es la expresión y la constatación de una conquista expresiva tras la cual se vislumbra una larga meditación sobre el sujeto poético y su representación”. De justa y necesaria lectura ambos, merecido prólogo para tamaño poemario.
Aunque la poeta cite otros nombres a mí me trae a la memoria esta su poesía vertiginosa a poetas como Eugenio Montejo, por su planteamiento del paisanaje, de las personas con su entorno: “cuando la mano advierta/ así comience así termine/ es fragmento/ es la historia parcial de la memoria/ intangible/ o escrita”. Y a la poesía de Rafael Cadenas y no porque en su día ella recibiese una mención en el II Concurso Nacional de Poesía Joven “Rafael Cadenas” (Venezuela, 2017), por su poema El espacio oscuro, puesto que Cadenas nos enseña que el lugar del poeta y de la poesía es siempre el margen y la poeta dice: “levanta como quien calla”. Los versos de Cristina Elena Pardo son versos que buscan ser latigazo cerebral y que se baten el cobre con el lenguaje en un pulso soberbio: “cuando la mano se acerque/ de tanto morir temblará la palabra”.
"El lado del habla un andamio
de silencio ese
lado itinerante que se retira
al descuido
un lado que invita
a la desaparición
del acto el andamio
de silencio ese lado itinerante que desaparece el
cuerpo lo que hace lo que el lado del habla
que pide al borde de su imagen que pide
el anclaje
a
la palabra"
Esperemos que con esta excelente apuesta poética: desafío que necesita de la complicidad del lector, como son estos atrevidos, pensados y reflexionados poemas, a pesar de la juventud o tal vez por eso, de Cristina Elena Pardo, la poesía venezolana deje de ser exclusivamente de allá y llegue a todos los rincones, a cualquier parte donde pueda haber un espejo y refleje ese lenguaje, esa realidad inventada que es la palabra: “el lenguaje una sensación/ de pérdida/ en el cuerpo como la última palabra una vez solo una vez/ escrita”.